La semana pasada, como es habitual en el municipio de Aguascalientes, me encontré con un par de obras públicas (corte de árboles, limpieza de escombros y bacheo). Sin embargo, como de costumbre, las autoridades no se tomaron la mínima molestia de colocar señalamientos para prevenir a los conductores y permitirles optar por vías alternas. En su lugar, al circular sobre Paseo del Río, me topé con camiones y camionetas circulando en sentido contrario, carriles ocupados y oficiales que actuaban como meros espectadores, mientras el tráfico vehicular se volvía cada vez más caótico.
Ante esta situación y al llegar a la Av. Bosque Sereno, me atreví a preguntarle al oficial presente, que parecía más un observador que un vigilante: «Oficial, ¿no se puede hacer esto en otro horario? A medio día solo provoca un embotellamiento enorme». La respuesta, ofrecida de forma irónica, fue: “NO, ¿cómo ves? Y hazle como quieras”. Aunque flipé y esa actitud casi logró que me pusiera en “modo Furia” (como el personaje de Intensamente), opté por mantener la calma y resignarme a ese tipo de respuesta de alguien cuyo trabajo debería ser salvaguardar la integridad de las personas y la paz pública.
Hace un par de meses, durante una visita a la Ciudad de México, experimenté sentimientos encontrados al presenciar una situación similar. En el Eje Central, cerca del Palacio de Bellas Artes, observé a un policía intentando mantener cerrada una calle que conducía al Zócalo. Sin embargo, varios conductores, ignorando tanto al oficial como al tambo que bloqueaba el paso, avanzaron sin más. La escena me hizo pensar: “Es increíble, no respetan la autoridad”.
Poco después, un conductor se acercó al oficial y, de manera educada, le preguntó: “¿Por qué está cerrada la calle? ¿Es posible que me deje pasar? Vengo por una persona mayor”. La respuesta, en un tono grosero, fue: “¿Qué no ve que no se puede? Avance, ¡que no entienden!”. Acto seguido, el conductor avanzó, sorteando el obstáculo que inútilmente pretendía impedir su paso, mientras el policía permanecía impávido.
Se supone que, según el Artículo 2° de la Ley del Sistema Estatal de Seguridad Pública de Aguascalientes, la seguridad pública es una función a cargo del Estado y sus municipios, orientada a fines como:
I.- Salvaguardar la integridad y los derechos humanos y sus garantías, la preservación de las libertades, del orden y la paz pública, teniendo como eje central a la persona.
Es evidente que hay situaciones que escapan al control de los oficiales, pero también es claro que existen alternativas para atender mejor los problemas que se presentan. Esto implica ofrecerles herramientas y capacitaciones que puedan aplicar en estos momentos.
La policía municipal de Aguascalientes enfrenta de por sí una baja percepción ciudadana en cuanto a desempeño y confianza, con un 64.5% y 60.5%, respectivamente. Estos valores están cerca de los registrados por la policía estatal, que alcanza un 69.3%, aunque esta última presenta una mejor percepción en términos de confianza, según los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU). Es una tendencia constante que la policía municipal sea la corporación con menor confianza y desempeño percibidos por la ciudadanía.
También es importante destacar que no todos los elementos de las corporaciones policíacas en nuestro estado muestran una mala actitud ante situaciones que requieren su intervención. Sin embargo, en numerosos casos, nos enfrentamos a agentes cuya prioridad parece ser cualquier cosa menos atender a la ciudadanía. Es fundamental que las autoridades y legisladores presten atención a esta problemática y trabajen en mejorar la capacitación de los oficiales, especialmente en cómo manejar y resolver situaciones que, aunque puedan parecer menores, tienen un impacto significativo en la vida de los ciudadanos.