La semana pasada, mientras navegaba por algunas redes sociales, llamó mi atención que varios negocios que ofrecen servicios de comida, bebida y música publicaron mensajes resaltando la importancia de las propinas para sus trabajadores, especialmente para aquellos que atienden directamente a los clientes. Es importante mencionar que, en muchos casos, estas propinas se distribuyen entre todos los que curran en el establecimiento. Dichos mensajes hacían hincapié en que «deberíamos dejar propina» porque es un complemento muy importante del salario de los trabajadores. Las reacciones a estos mensajes variaron desde opiniones como «los establecimientos deberían pagar mejor», «la propina no es obligatoria, especialmente cuando el servicio es deficiente», hasta afirmaciones de que «los trabajadores a menudo la incluyen en la cuenta exigiéndola», entre otras.
De acuerdo con historiadores, la práctica de dejar propina surgió en Inglaterra durante la época medieval. En ese entonces, los amos acostumbraban regalar dinero extra a todos aquellos siervos cuyo desempeño había sido extraordinario. En el siglo XVII comenzó a popularizarse este hábito y se convirtió en una costumbre de los viajeros que se hospedaban en casas privadas, quienes agradecían las atenciones de sus anfitriones pagando una pequeña cantidad de dinero. Con el tiempo, esta práctica abandonó las clases nobles y fue recogida por clientes de cafeterías y establecimientos comerciales londinenses. *
Para principios del siglo XX, el pago de una propina ya había sido abrazado en algunos países de Europa y América. Sin embargo, en ciertos territorios no consideraban práctico ni justo esta retribución. De hecho, fue hasta 1926 que se derogaron leyes para dejar de considerar ilegal este tipo de recompensas en Estados Unidos. *
La Real Academia Española define la propina como «Gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual». Todo indica, entonces, que desde sus inicios, la propina se centra en el agradecimiento por una buena o excelente atención recibida por parte de los anfitriones, pero en ningún caso se considera una obligación por parte de los clientes.
En países como China y Dinamarca, muchos viajeros han señalado que, según su experiencia, está mal visto dejar propina. En el caso del gigante asiático, las propinas no son una práctica habitual, ya que se considera que todas las personas son iguales y nadie está por encima de otra. Durante mucho tiempo, esta práctica fue considerada un tabú, ya que se interpretaba como una insinuación de superioridad sobre los demás. En el caso de Dinamarca, se menciona que el servicio (propina) generalmente está incluido en la factura en restaurantes y hoteles. En gran parte de Europa, los establecimientos y trabajadores priorizan la fidelidad de los clientes recurrentes, ya que esto garantiza trabajo.
En México, de acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) la propina en un restaurante o bar, entre otros establecimientos, es voluntaria; no puede incluirse en la cuenta sin consentimiento del consumidor. No obstante, entre los mexicanos está muy arraigada la costumbre cuando se visita un establecimiento a comer o beber algo, dar una propina a los meseros como un agradecimiento por su atención y servicios. Esta costumbre se asocia simplemente con ser una persona educada y agradecida. Por lo tanto, se considera grosero e incluso tacaño a aquel que no deja una gratificación monetaria, sin importar su condición económica o la calidad del servicio recibido.
Aunque no existe un monto mínimo establecido para dejar propina, se suele dejar alrededor del 10% del total de la cuenta de consumo. Sin embargo, muchos coincidimos que este porcentaje debería situarse en un rango entre el 10% y el 20%, dependiendo del servicio recibido. Tomando en cuenta aspectos como la amabilidad, diligencia y rapidez del mesero, así como la limpieza del establecimiento, incluyendo la entrada, mesas, baños y barra. La evaluación abarca desde el momento en que se llega hasta que se abandona el establecimiento.
El tema de las propinas es parte de un fenómeno social complejo. Por un lado, constituyen una parte importante de los ingresos para quienes curran en una amplia gama de establecimientos, no solo en el sector alimenticio, sino también para empacadores en centros comerciales, supermercados, personal de hoteles, gasolineras, estacionamientos, autolavados, entre otros.
Dejar propina debería estar vinculado al buen servicio por parte del establecimiento o la persona que presta el servicio de apoyo, y no a una obligación o imposición. En general, las personas reconocen un buen servicio y lo reflejan con una propina adecuada. El problema o la incomodidad surge cuando hay abusos, malas prácticas o groserías por parte de los establecimientos o las personas que brindan el servicio. Por supuesto, siempre hay caras duras, a pesar de recibir un excelente servicio, dejan una propina mínima que parece más una limosna que un reconocimiento a la atención recibida.
Si en algún momento eres víctima de una mala práctica existe la posibilidad de denunciar a la PROFECO a través del correo electrónico: denunciasprofeco@profeco.gob.mx , o llamar al teléfono 55 55 68 87 22, en cualquiera de los casos, se deberán mencionar el nombre del establecimiento o razón social y el domicilio completo, es decir, número de calle, la colonia, alcaldía o municipio y el código postal, para que las autoridades puedan proceder legalmente.