3 mins read

1/6 – Legitimidad y justificación

Apuntes acerca del fetichismo en las relaciones políticas y la alienación política

Legitimidad y justificación

En la Grecia “clásica” se formulan los planteamientos esenciales en torno de la política, precisamente cuando está en crisis la Ciudad-Estado: la justificación, la organización y la explicación de la crisis. El fundamento y fin de la república: la justicia (Platón); la organización según lo que entienda por bien común cada pueblo (Aristóteles), y éste, el bien común, no es un bien moral en el sentido religioso sino ético en cuanto a asegurar la existencia ordenada de la comunidad que haga posible la vida de todos y cada uno de sus integrantes.

La aportación de la filosofía a la política fue, desde Platón, afirmar el fundamento ético del poder, no sólo por la legitimidad en su origen y en su ejercicio sino además en la justificación misma del poder. ¿Para qué y por qué se instituye el poder político? Para ello hace referencia a un modelo ideal. La aportación de Aristóteles, pragmático, fue explicar la política por las condiciones reales histórico-culturales, la lucha (aunque no empleó este término) entre las clases sociales de los reinos de su tiempo.

La importancia y mérito histórico de Platón y Aristóteles fue que convirtieron la ideología en teoría y en filosofía política, aunque, en rigor, su intención era explicar y justificar el poder de la aristocracia de la cual formaban parte.

Al paso de los siglos, Maquiavelo sintetizó las formas políticas en la idea del Estado. El poder político, planteó, se justifica a sí mismo por su eficacia para imponerse y para legitimarse. Así, el poder es comprendido no sólo como técnica, cómo hacerse del poder y mantenerse en el poder, sino que forja su propia moral como ideología: la Razón de Estado, que no significa sino las razones de la clase dominante.

Maquiavelo, en realidad, no abunda respecto a la cuestión de la legitimidad: ésta deviene de su eficacia. El tema de la legitimidad ha sido constante en la política: su origen, su justificación, su finalidad. Juan Bodino argumentó la legitimidad como forma jurídica de la ideología de la clase dominante del naciente Estado Nacional: monarquía-burguesía en oposición al señorío de los estamentos medievales y el Papado. Hoy en día, aquélla, la legitimidad, está íntimamente ligada a la democracia electoral. Es decir, fundada en el procedimiento y no en la esencia.

La legitimidad política supone una filosofía en sentido amplio: la concepción de la naturaleza, de la sociedad y del poder político, y de las interrelaciones de todos esos ámbitos con quien es el eje, el punto de partida, el objeto y el sujeto: el ser humano.

O bien, una ideología en torno al poder y al hombre, en sus dos dimensiones: a) como ilusión, es decir, instrumento de la clase dominante para justificar su hegemonía; o b) como andamiaje de ideas, sustentadas o no, que sirve como referente en el esfuerzo para entender y explicar la realidad social (incluida su idea del universo, el origen de la vida, la divinidad, la conflictividad sociopolítica) dentro de la cual vive el ser humano.

Desde otra perspectiva, legitimidad e ideología políticas están indivisiblemente vinculadas a las relaciones económico-sociales, la propiedad y el trabajo.

La relación del régimen político con sus determinaciones sociológicas y económicas tuvo un punto de quiebre por la idea de Locke de vincular democracia con la defensa de la propiedad privada y las libertades de los propietarios en oposición al absolutismo monárquico. Es lo que Marx llamó “el ascenso histórico de la burguesía”. Demandas por la participación política de una clase subordinada que aspira no sólo a formar parte de, sino convertirse en la clase dominante.

La naturaleza económica del Estado, vigente desde la antigüedad, adquiere así un cambio cualitativo: la lógica del intercambio de mercancías, la reproducción y acumulación de capital. A su vez, aplicado en el ámbito político traslada la lógica del tráfico económico a la mercantilización de las relaciones políticas, de ideas y voluntades. Así, el individuo no sólo es “homo politicus” –ciudadano esencia de la democracia—sino, principalmente, se trastoca en “homo economicus”.

Competir por el poder político mimetiza la competencia en el mercado. En éste, el intercambio de mercancías; en aquél, el mercado de símbolos ideológicos y de personajes. La expoliación del trabajo deriva, asimismo, en la manipulación ideológica del elector. Las relaciones políticas concretas son relaciones de clase que se fetichizan en la forma de sufragios y representación. (“Marx tomó prestado el concepto de «fetichismo» [mito, quimera, superstición] de The Cult of Fetish Gods (1760) de Charles de Brosses, que propuso una teoría materialista del origen de la religión. La discusión filosófica del fetichismo estuvo presente en filósofos como Kant, Hegel, Comte y Feuerbach. La interpretación psicológica de la religión también influyó en el desarrollo de Marx del fetichismo de la mercancía”.

De tal manera, se conculca la voluntad ciudadana y la traslada, desde la clase social y del ciudadano, a los poderes públicos. Fija la relación de interdependencia entre esencia (dictadura económica) y apariencia (democracia política); entre contenido y forma vinculados al proceso económico-social de división y lucha de clases.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Previous Story

Nucleomitofobia II, el regreso

Next Story

Entre el uniforme y la indiferencia

Latest from Blog