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Estrategias preventivas para combatir la obesidad. Uno de los mayores retos en salud pública del siglo XXI

Hablar de alimentación es un tema que me apasiona. Se trata de un tema extensísimo lleno de variables, mitos y realidades. Una alimentación balanceada implica el consumo adecuado de todos los grupos de alimentos: frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, proteínas magras y grasas saludables. Una dieta rica en estos componentes proporciona los nutrientes esenciales para el correcto funcionamiento del organismo, fortalece el sistema inmunológico y ayuda a mantener un peso corporal adecuado. En contraste, una dieta alta en productos ultraprocesados puede alterar los mecanismos de saciedad, generar adicciones alimentarias y favorecer el aumento de peso descontrolado.

Uno de los principales desafíos en México es la alta presencia de productos ultraprocesados en la dieta diaria. Desde la infancia, muchas personas están expuestas de forma habitual a refrescos, botanas, golosinas, cereales azucarados y comidas rápidas como parte regular de su alimentación. Factores como la publicidad agresiva, los precios accesibles y la falta de educación nutricional influyen negativamente en la toma de decisiones alimentarias. En este contexto, resulta crucial fomentar la educación sobre nutrición desde la infancia y promover entornos escolares y comunitarios que faciliten el acceso por alimentos saludables.

Entre las medidas preventivas más efectivas para combatir la obesidad, destacan las siguientes:

  1. Educación nutricional: Informar a la población, especialmente a niños y adolescentes, sobre los beneficios de una alimentación equilibrada y los riesgos del consumo excesivo de productos ultraprocesados. Esta educación debe impartirse tanto en el hogar como en las escuelas.
  2. Etiquetado claro de alimentos: México ha implementado un etiquetado frontal que advierte sobre el alto contenido de azúcares, sodio y grasas en productos procesados. Esta medida busca empoderar al consumidor para tomar decisiones informadas sobre lo que come.
  3. Fomento de la actividad física: La combinación de una dieta saludable con ejercicio regular es esencial para mantener un peso corporal adecuado. Se deben promover programas comunitarios y escolares que integren el ejercicio en la vida cotidiana.
  4. Regulación de la publicidad de alimentos: Limitar la publicidad de productos ultraprocesados dirigida a menores de edad ayuda a reducir el impacto negativo de estos mensajes en las decisiones alimentarias de los niños.
  5. Acceso a alimentos saludables: Es necesario garantizar que todas las personas, especialmente en comunidades marginadas, tengan acceso físico y económico a frutas, verduras, agua potable y otros alimentos básicos para una dieta equilibrada.

Una alimentación saludable no debe entenderse como un lujo o una imposición, sino como un derecho y una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida. Revalorar los ingredientes y platillos tradicionales mexicanos -como el maíz, los frijoles, las calabazas, el nopal, el amaranto y una gran variedad de frutas y verduras- puede ser clave para una alimentación más nutritiva y sostenible.

Además, la salud pública debe considerar las condiciones sociales, económicas y culturales que influyen en las decisiones alimentarias. Combatir la obesidad implica no solo cambios individuales, sino también políticas públicas que fomenten entornos saludables. Medidas como el impuesto a bebidas azucaradas y alimentos con alta densidad calórica han demostrado ser una estrategia efectiva para reducir su consumo, aunque deben complementarse con acciones integrales y sostenidas.

Una excelente manera para mejorar la dieta es consumir alimentos de temporada, los cuales son frescos, más económicos y conservan mejor sus propiedades nutricionales. Estos productos, al no requerir largos periodos de almacenamiento ni transporte a larga distancia, mantienen un mayor contenido de vitaminas, minerales y antioxidantes. Algunos ejemplos destacados son:

  • Guayaba (invierno): Rica en vitamina C, la cual fortalece el sistema inmunológico y favorece la producción de colágeno.
  • Nopal, (disponible gran parte del año): Aporta fibra, vitaminas del complejo B y minerales como el calcio y el magnesio. Su alto contenido de fibra ayuda a regular los niveles de glucosa y colesterol en sangre.
  • Mango y papaya (primavera- verano): Fuentes excelentes de betacarotenos (precursor de la vitamina A), vitamina C y enzimas digestivas como la papaína, que favorecen la salud intestinal.
  • Calabaza-calabacita (otoño): Contiene antioxidantes, fibra y potasio, lo que ayuda a controlar la presión arterial y mantener una buena salud cardiovascular.

Incorporar frutas y verduras de temporada en la dieta diaria no solo beneficia la salud, sino que también apoya la economía local y reduce el impacto ambiental. Además, suelen estar disponibles a mejores precios en mercados y tianguis, lo que los convierte en una opción saludable y viable para todos los sectores de la población.

En conclusión, la alimentación es una de las herramientas más eficaces para prevenir y combatir el sobrepeso y la obesidad. En un país como México, donde  estas condiciones siguen en aumento, es urgente reforzar la educación nutricional, promover el acceso a alimentos frescos y saludables, y limitar el consumo de productos ultraprocesados. Adoptar una dieta sana y balanceada no solo previene enfermedades crónicas, sino que también contribuye al bienestar general, al desarrollo cognitivo y a una mejor calidad de vida en todas las etapas. La transformación hacia una cultura alimentaria más consciente, informada y sostenible, es una tarea colectiva que no puede postergarse.

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