Prólogo: El Peso de la Batalla de Ayer
El Giro de Italia, ese coliseo alpino donde los modernos gladiadores se miden contra la montaña y el tiempo, había entrado en su implacable tercera semana. Las cumbres, como deidades ancestrales, prometían agonía y gloria. Para Isaac del Toro, el joven portador de la Maglia Rosa, la Etapa 16 había dejado una herida abierta. En Brentonico, había dado señales de flaqueza, su ventaja recortada drásticamente, y los molestos rumores sobre su caída zumbaban como moscas en el aire enrarecido.
El destino, sin embargo, había movido sus hilos. La retirada de Primož Roglič, uno de los grandes favoritos, tras un último accidente que lo dejó maltrecho y magullado, fue un presagio. Su partida no solo liberó el camino, sino que intensificó la ambición de quienes permanecían, transformando la Etapa 17 en un referéndum sobre el liderazgo de Del Toro. La carnicería de la etapa anterior no fue solo un desgaste físico; fue una profunda herida psicológica que lo convirtió en un blanco. Sus rivales, en particular Richard Carapaz, lo rodeaban, ansiosos por explotar cualquier debilidad. Para Isaac, esta etapa era más que un día en la bicicleta; era una oportunidad para la redención, un desafío a su propia vulnerabilidad.
I. La Obertura Alpina: De San Michele a Bormio
La Etapa 17, un sendero de 155 kilómetros desde San Michele all’Adige hasta Bormio, se alzaba como una prueba brutal, con 3.800 metros de desnivel acumulado. Desde San Michele, entre antiguas viñas que se aferran a las laderas de Trentino, la ruta ascendía hacia el corazón de los Alpes.
El recorrido abrazaba dos ascensos icónicos: el Passo del Tonale (Categoría 2, 15,2 km al 6%) y el legendario Passo del Mortirolo (Categoría 1, 12,6 km al 7,6%). Aunque el Mortirolo se abordaba por su lado menos temible, el de Monno, su pendiente media del 7,6% (con los últimos 2,6 km alcanzando un promedio del 9,6% ) seguía siendo un esfuerzo muy duro. Ambas subidas superaban los 1.800 metros de altitud, donde el aire enrarecido podía afectar negativamente incluso a los mejores escaladores. A 48 km de la meta, el Mortirolo no sería el golpe de gracia, sino un Cerbero que ablandaría las piernas para el final decisivo en Le Motte.
Como era de esperar, una legión de valientes se lanzó a la fuga. Escaladores experimentados como Romain Bardet, Afonso Eulalio, Georg Steinhauser, Mattia Cattaneo, Dani Martinez, Florian Stork y Mathias Vacek buscaban su momento de gloria, mientras Isaac del Toro se preparaba para la batalla que se avecinaba.
II. El Abrazo del Mortirolo: Una Prueba de Voluntades
Tras el Passo del Tonale, el pelotón llegó al pie del Mortirolo. Sus laderas boscosas, un templo de la agonía, albergaban una reputación temible. Las pendientes comenzaron a morder, y el aire enrarecido a más de 1.800 metros empezó a pasar factura.
Fue entonces cuando Richard Carapaz, como Marte, el dios de la guerra, lanzó un ataque abrasador. Este era el asalto directo al Maillot Rosa. Bajo la implacable aceleración de Carapaz, Isaac del Toro, aún recuperándose de la Etapa 16, se encontró de nuevo contra las cuerdas y se descolgó. Los rumores de su caída parecían resonar en el aire de la montaña. Este era el punto crítico donde su Giro podría desmoronarse, pero el joven mexicano, con una voluntad de hierro, se aferró a la esperanza.
En el brutal crisol del Mortirolo, el apoyo del equipo se volvió primordial. El compañero de equipo alemán de Carapaz, Georg Steinhauser, se descolgó de la fuga para asistirlo. De manera similar, los gregarios de Visma se posicionaron para ayudar a Simon Yates. Pero fue el reagrupamiento de Del Toro, su capacidad para resistir el embate y el escudo de sus compañeros, lo que demostró que el ascenso, a pesar de su estatus legendario, permitía la recuperación y un contraataque.
III. La Estocada Final: Le Motte y el Camino a Bormio
Tras el Mortirolo, un descenso técnico y aún más empinado ofreció un breve respiro, una danza con el abismo, antes de la subida final y pronunciada de Le Motte.
A solo 2 kilómetros de la cima de Le Motte, Romain Bardet, buscando completar el triplete en su último Gran Tour, lanzó un potente ataque. Rápidamente ganó ventaja, manteniendo 25 segundos sobre el grupo del maillot rosa. Su movimiento fue audaz, el último aliento de un veterano.
Pero el UAE Team Emirates-XRG tenía otras ideas. Brandon McNulty se descolgó de la fuga para unirse a sus lugartenientes Rafal Majka y Adam Yates, formando una falange inquebrantable para Del Toro. En una espectacular muestra de resistencia, Isaac se reagrupó magníficamente y, con Carapaz siguiéndole inicialmente, lanzó su ataque decisivo en los últimos momentos de la subida. Este fue el contraataque, el momento de la redención, el golpe de gracia que forjaría su destino.
IV. Triunfo en Bormio: Una Reverencia al Destino
Con Bardet aún aferrado a una escasa ventaja, los últimos kilómetros se convirtieron en una persecución sin aliento. Del Toro, habiendo desatado su ataque decisivo, se encontró con un margen minúsculo pero se estaba vaciando. Carapaz, igualmente determinado, estaba pisándole los talones. El camino a Bormio, una ciudad de campeones, se convirtió en el escenario de un dramático enfrentamiento.
En una poderosa demostración de fuerza y determinación, Isaac del Toro se lanzó hacia adelante, dejando a sus rivales atrás. Cruzó la línea de meta en Bormio, asegurando su primera victoria en esta carrera y su primera victoria de etapa en una Gran Vuelta. Fue un rotundo ¡Viva México!, la primera victoria de etapa mexicana en el Giro desde 2002.
Un eufórico Del Toro celebró con una ostentosa reverencia, un gesto de triunfo y alivio, un eco de los antiguos héroes. Sus palabras resonaron con la emoción cruda del momento: Es increíble, todo el mundo quiere esto, y hoy me di cuenta de que nunca me rendiré. Esta victoria, en una ciudad donde solo los campeones del Giro ganan etapas, fue una bendición de la Fortuna, un profundo impulso psicológico para el UAE y su líder.
La victoria de Del Toro no solo le trajo la gloria de la etapa, sino que también le permitió afianzar su control sobre la maglia rosa y contraatacar a sus rivales. Ahora se encontraba 41 segundos por delante de Richard Carapaz en la clasificación general, con Simon Yates 10 segundos más atrás (51 segundos en total). Derek Gee consolidó su posición en cuarto lugar. El Giro estaba lejos de terminar, pero Del Toro había hecho una poderosa declaración.
Epílogo: El Drama Desplegado del Giro
La Etapa 17 del Giro de Italia 2025 quedará grabada como un capítulo inmortal en la epopeya de la carrera. Fue un día que desafió las predicciones, mostrando la imprevisibilidad y el drama humano que hacen que el Giro sea tan cautivador.
El viaje de Isaac del Toro, desde la vulnerabilidad en la Etapa 16 hasta la redención triunfante en la Etapa 17, encapsuló la esencia misma de las Grandes Vueltas. Su victoria, asegurada a través de la garra, el trabajo en equipo estratégico y una voluntad inquebrantable, consolidó su posición al frente de la carrera, silenciando a los escépticos e inspirando esperanza. La odisea personal de Del Toro, de estar contra las cuerdas y enfrentar rumores de su caída a reagruparse magníficamente y proclamar nunca me rendiré, es una poderosa historia humana.
Si bien Del Toro había fortalecido su control sobre la Maglia Rosa, el camino a Roma, el sendero hacia la inmortalidad, seguía siendo una prueba de resistencia, estrategia y el espíritu humano. El Giro, ese teatro de los sueños y las pesadillas, prometía nuevas batallas, pero la Etapa 17 había proporcionado una respuesta definitiva a la pregunta sobre la resiliencia de Del Toro.