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Destellos de luz: Retos del alumbrado público en la ciudad

La semana pasada, tuve la oportunidad de cenar en un restaurante al norte de la ciudad de Aguascalientes. El lugar presentaba una ocupación casi total, con una animada conversación por parte de los comensales. Resultó interesante escuchar, en un par de mesas cercanas a la mía, charlas relacionadas con la tardanza en el encendido oportuno de luminarias y escasez del alumbrado público en muchos lugares.

La conversación se centró en experiencias donde algunos habían sido víctimas de asaltos, pérdida de autopartes o simplemente expresaban temor al caminar por calles y avenidas oscuras. Esto me hizo flipar, considerando las múltiples menciones por parte del gobierno del estado y los medios de comunicación que destacan una alta seguridad pública y la eficiencia de las corporaciones policíacas.

La iluminación en vialidades y espacios públicos, a través del alumbrado público, es fundamental como medida de seguridad e inhibidor de actos delictivos, además de contribuir a la prevención de accidentes. Asimismo, fomenta la seguridad al acondicionar los lugares para su uso durante el horario nocturno y genera un sentido de pertenencia

Charles Dickens, considerado como uno de los grandes escritores de novelas policíacas, abordó en sus obras la temática de delincuentes que perpetraban sus fechorías «en plena oscuridad». Desde hace siglos, la idea de combatir la delincuencia mediante una mejor iluminación ha perdurado.

El 39.8% de la población de 18 años y más, en la ciudad de Aguascalientes identificó como insuficiente el alumbrado público, según datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), correspondiente al cuarto trimestre (diciembre) de 2023*.

Un colega cercano compartió conmigo una experiencia que vivió al correr, como lo hace frecuentemente, por la tarde-noche. Sin embargo, en esta ocasión tuvo que atravesar un tramo completamente oscuro debido a que las luminarias no estaban encendidas. A continuación, describo: «Como cada lunes, salí a correr por el boulevard San Marcos, desde el edificio de Capital City hasta el segundo anillo y de regreso. Ese día, la tarde mantenía una temperatura baja al ocultarse el sol. Aunque había pocas personas ejercitándose, el flujo de ciclistas, como es costumbre, se dirigía hacia el segundo anillo. Muchos de ellos llevaban pañuelos y gorras que hacía imposible distinguir sus rostros.

Al llegar a la rotonda de la isla San Marcos, noté que el tramo restante de mi recorrido habitual carecía de iluminación en el boulevard, a pesar de que eran solo las 19 horas. Por un momento, pensé en no continuar al percibir la oscuridad, pero decidí seguir bajo la premisa de ‘¿qué podría pasar?’. Mientras avanzaba por la banqueta y me adentraba en la oscuridad, sentí una incomodidad creciente.

Cuando salgo a correr, suelo llevar mis audífonos y teléfono para disfrutar de un podcast o música. Ese día en particular, el podcast que escuchaba captó completamente mi atención, haciendo que descuidara mi entorno y las personas que me rodeaban. Al llegar cerca de la curva donde los vehículos se incorporan a la avenida Aguascalientes Poniente (segundo anillo), una persona de sexo masculino en bicicleta se acercó sorpresivamente, por mi lado izquierdo. Llevaba una gorra y un pañuelo que solo dejaban ver sus ojos. Se me acercó inicialmente de manera cuata y balbuceando ‘no pasa nada’. Cuando me detuve, me exigió de manera agresiva ‘dame tu celular y quítate eso que traes en la cabeza’. Respondí ‘no te escucho, no te entiendo’. De manera más agresiva, replicó ‘no te hagas pendejo, dame lo que traigas’ y llevó la mano a la parte posterior de su espalda como si fuera a sacar algún objeto.

En ese momento, reaccioné instintivamente mencionando y señalando hacia el segundo anillo “hay esta una patrulla”. Esto provocó que el individuo volteara. Sin pensarlo, corrí y, ya sobre el segundo anillo con luz y personas en un taller mecánico, recuperé el aliento. Pausadamente regresé sobre mis pasos para ver si alcanzaba a ver al ciclista, pero ya no había nadie. Caminé por la avenida Aguascalientes Poniente hasta llegar a la calle Aragón, que me llevaría nuevamente al boulevard San Marcos. Decidí pasar nuevamente por la calle oscura hasta llegar a la rotonda de la isla, ya que de otra manera tendría que dar una vuelta enorme.

Una hora después, pasé otra vez por ese tramo y las luminarias apenas se estaban encendiendo. Afortunadamente, no sufrí daños físicos ni pérdidas económicas, pero reconsideraré pasar por ahí cuando las luminarias estén apagadas.”

Está demostrado que contar con una mayor y mejor cobertura y funcionamiento del alumbrado público permite a las personas percibir una mayor seguridad que les facilita caminar y realizar una mayor cantidad de actividades físicas y recreativas. Esto promueve el incremento de interacciones sociales y contribuye al bienestar físico y mental. Por lo tanto, es vital que el alumbrado público funcione de manera eficiente y eficaz en cualquier parte de la ciudad, con el objetivo de reducir momentos y espacios geográficos que propicien la comisión de actos delictivos y el temor al caminar.

Es un coñazo que en lugares donde las personas suelen hacer ejercicio por la noche, el alumbrado público no esté encendido, exponiendo a los transeúntes a una alta probabilidad de sufrir un acto delictivo. Lo preocupante es que no hay garantía de que todo se limite al aspecto económico; las personas temen por su integridad física. A nuestros representantes populares que se enorgullecen de tener una ciudad segura, las y los invitamos a transitar por estos lugares donde falta luz y vigilancia policiaca. ¿Ahorro, olvido o negligencia?

 

* https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/ensu/doc/ensu2023_diciembre_presentacion_ejecutiva.pdf

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