Actualmente, la felicidad se ha vuelto algo abstracto. Todos la perseguimos, pero no se encuentra como un objeto que podemos tomar de una estantería en una tienda. Algunos la reconocen como un estado, una emoción, una actividad, o una conducta, lo que da lugar a múltiples preguntas. ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se mantiene? ¿Quién la trae? ¿Cuánto dura? ¿Es para todos? Se vuelve complejo definirla o explicarla debido a su carácter subjetivo.
“Muchas veces la felicidad se confunde con la alegría, a mí me gusta considerar a la felicidad como un estado, porque una emoción como la alegría tiene una duración breve y la felicidad puede ser un estado que te acompaña”, según la doctora Beatriz Georgina Montemayor Flores, académica del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Según Aristóteles, la felicidad es la realización plena de la propia naturaleza y no algo que adviene como un premio, siendo ajeno a la acción. Se trata más bien de que nuestras buenas acciones tengan una repercusión real en nosotros haciendo que estemos bien.
La medición de la “felicidad” se ha buscado realizar a través del agrupamiento de estados anímicos, como lo presenta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mediante los Indicadores de Bienestar Autorreportado de la Población Urbana a enero de 2023. *
En enero de 2023, el promedio del balance anímico de la población adulta fue positivo y se ubicó en 6.5. Este balance tiende a ser mayor en los hombres que en las mujeres: los niveles fueron 6.8 y 6.2, respectivamente.
Es alentador observar que los estados anímicos positivos se incrementaron con respecto a enero de 2022. Entonces, ¿somos felices? Hay quienes se refieren a la felicidad como un símbolo de autorreferencia individual, por lo que pudiera ser que el agrupado de estados anímicos nos puedan indicar si somos felices, pero como sujetos participantes en una sociedad. De tal manera, la sensación de satisfacción contribuye a la felicidad; sin embargo, hemos aprendido a vivir en busca de la recompensa inmediata, lo cual no es fácil de alcanzar ni siempre se logra.
La sociedad en la que vivimos busca crear personas que a toda costa consuman la felicidad, no como una forma de vida, sino como algo imperativo. En muchos casos, esta supuesta felicidad es alcanzada mediante analgésicos que encontramos en la vida diaria, como el consumismo, las amistades digitales, las redes sociales, la búsqueda de éxito laboral a cualquier costo, la vida sentimental rutinaria y la estabilidad emocional rancia, entre otros.
El amor de pareja o la búsqueda de este se ha creído que trae la felicidad, considerando la semántica de los enamorados que siempre se esfuerzan por ‘hacer feliz al otro”. Sin embargo, esto no significa un acto imperativo ni mucho menos una consecuencia natural de hacer feliz al otro.
De acuerdo con muchos psicólogos, la felicidad implica experimentar momentos de sufrimiento y emociones negativas, los cuales se deben enfrentar y comprender para intentar salir fortalecidos y avanzar en el camino del desarrollo personal. Por lo tanto, no se puede ser feliz todo el tiempo, y en su sentido estricto, sería frustrante mantener ese estado de felicidad constante. La felicidad se presenta como un producto psicológico relacionado con la salud mental del individuo, por lo tanto, un individuo de bajos recursos económicos puede ser feliz, mientras que un millonario puede estar deprimido.
Esto nos lleva a considerar diversas situaciones, ya sean individuales o colectivas, en las que es posible experimentar la felicidad, ya sea dentro de una cárcel o en un matrimonio, con pareja o sin ella, con una familia o sin ella. En especial, si optamos por verla no como un momento, una coyuntura o una casualidad, sino como parte de una construcción que emerge desde lo interno, con todos sus detalles, para luego consolidarse en lo objetivo.
Un trabajo arduo para todos aquellos que buscamos ser felices, consiste en encontrar el camino adecuado para cada uno, considerando que lo que hace feliz a uno no necesariamente lo hace feliz al otro. Los sacrificios por amor no garantizan la felicidad propia, la cual debería ser finalmente el centro de nuestras aspiraciones. Sentirse feliz es fundamental para poder desarrollarse y, si así se desea, propiciar momentos felices para quienes amamos, sin que ello signifique un pago. Ser feliz es un trabajo personal.
¿Son felices ustedes? ¿Qué les produce felicidad?
* https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2023/biare/biare2023_02.pdf