La semana pasada, dentro de mis actividades diarias, fui consciente de diversas conductas de convivencia poco amables que algunas personas tienen. Por ejemplo, cuando alguien al quiere subir a un elevador, las personas se meten sin importar que alguien esté esperando. En el gimnasio, si un tío está utilizando un aparato, mancuerna o pesa, no le preguntan y simplemente la usan o toman sin permiso. Al caminar, no piden permiso, simplemente se atraviesan o se interponen en el camino. Al conducir, toman decisiones bruscas al volante, entre otras situaciones. Esto, en el mejor de los casos, provoca sonrisa y la expresión “con permiso, gracias”, un coñazo en la vida diaria.
Según la Real Academia Española, la cortesía se define como aquella demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona. Normalmente es pensada como aquel compuesto de normas que regulan el comportamiento apropiado en diversos grupos sociales, beneficiando varios modos de conducta y a su vez, censurando otros. Estas normas permiten establecer relaciones sociales comunicativas en la mayoría de las ocasiones.
Si desglosamos la cortesía en su manifestación verbal, podemos utilizarla como una herramienta y habilidad lingüística para mejorar sustancialmente las relaciones sociales cotidianas. Sin embargo, esto debe basarse en la elección de estrategias verbales que generen interés en el receptor a través de mensajes claros y asertivos. El objetivo es concienciar a las personas de que pueden y deben seguir algunas normas básicas que regulan los comportamientos de convivencia, de modo que las personas que se encuentran en un espacio físico o compartiendo una situación particular pueden interactuar de manera adecuada.
Las normas de cortesía funcionan como reglas regulativas que conforman el comportamiento adecuado de los miembros de una sociedad, frente a las reglas gramaticales que son constitutivas, obligatorias, si se quiere formar una expresión idiomáticamente correcta.*
La disociación parece estar cada vez más presente en los individuos y en la sociedad, impidiendo o dificultando el respeto de los derechos mínimos de convivencia. Esto ocasiona un rompimiento un desequilibrio indispensable y establece un conflicto constante que afecta la convivencia libre y pacífica.
La práctica de la cortesía como mecanismo de apoyo social permitiría evitar la violación de los derechos y la conciencia sobre las obligaciones que tenemos como personas en la sociedad en la que nos desarrollamos. Especialmente si consideramos que la multiplicidad de expresiones orales en el quehacer diario ofrece la posibilidad de tener actos de habla con rasgo cortés en escenarios públicos como privados.
En la petición de permiso, el emisor intenta conseguir la anuencia del receptor para poder llevar a cabo una acción que necesita realizar. De esta manera, reconoce que la comunicación es un tipo de conducta racional que busca la cooperación para asegurar la transmisión de información eficaz.
La rutina diaria, por más compleja que sea con nuestros semejantes no debería impedir el uso de la expresión oral aderezada de la debida cortesía para obtener lo que se necesita, sin afectar la libertad y derechos de los demás. Considerando que esas situaciones, las encontramos todos en el algún momento.
*Haverkate 1994,15.
La cortesía en la petición de permiso. Vidal Alba de Diego.
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