3 mins read

Consumo normalizado de alcohol: un problema social

En la actualidad, el consumo de alcohol y otras sustancias se normaliza cada día con mayor frecuencia, pues las facilidades que existen, tales como la adquisición accesible, la distribución abierta y, en algunos lugares, desmedida, y su estado legal han llegado al punto de cambiar la percepción de lo que realmente es el alcohol: una droga.

La sociedad tiene una visión abierta sobre el tema pues el consumo desmedido no es mal visto, al contrario, su consumo no tiene ningún tipo de restricción moral o social, ignorando los problemas sociales generados por el consumo desmedido del mismo, así como los físicos y emocionales tanto en el consumidor como en su entorno. Por tanto, el alcohol, es una droga legal de inicio y su consumo incrementa el riesgo de involucrarse con otro tipo de sustancias, tanto legales (medicamentos no necesarios) como ilegales (mariguana, cocaína, LSD, etc.).

Esta droga de inicio presenta problemas asociados con la inhibición en la capacidad cognitiva y de razonamiento del ser humano durante el abuso de la sustancia, lo que genera un comportamiento agresivo. Además, su abuso o consumo contìnuo genera tolerancia a los efectos producidos por la misma, lo que significa que los consumidores necesitan cada vez mayor cantidad de alcohol para que se produzcan los mismos efectos de los primeros consumos.

El consumo desmedido de alcohol lleva a múltiples problemas de salud pública, que van desde la agresividad de quien lo consume hasta la implicación en posibles delitos, pasando por el riesgo de enfermedades de transmisión sexual a corto plazo. A mediano plazo, pueden desarrollarse enfermedades en distintos órganos por la consecuencia del uso reiterado de la sustancia y a largo plazo, su consecuencia más común es la muerte.

En México, esta problemática no ha sido la excepción. Según el INEGI en su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (INEGI, s.f.), el 64.4% de la percepción sobre la seguridad pública a nivel nacional con respecto a las conductas delictivas o antisociales tienen que ver con el consumo de alcohol en la calle. Sin embargo, en la encuesta con respecto a los cambios en comportamientos, no se menciona en absoluto el dejar de consumir alcohol, encuestas que nos llevan a conocer la idiosincrasia del mexicano: nadie tiene problema con el consumo de alcohol hasta que se ve afectado por el consumo de un tercero.

Esta situación no es nueva, pues a lo largo de la historia de nuestro país ha habido un doble discurso con respecto a las sustancias nocivas y estupefacientes. A pesar de saber todos los problemas que genera el consumo de alcohol, prevalece el argumento sobre el freno del comercio ilegal y la corrupción, además del beneficio fiscal a favor de la hacienda pública.

Hay situaciones sociales que van mucho más allá de una corriente social “conservadora”. Las autoridades y personas que representan a la sociedad de alguna u otra manera tienen muy normalizado el consumo del alcohol a tal grado que han preferido problemas sociales ya mencionados, a combatir los mismos prohibiendo o limitando más el consumo.

El tejido social se ha visto fuertemente fracturado en razón a la pandemia de alcoholismo que nos invade, pues la violencia familiar se ha disparado en todas sus formas, siendo la familia el núcleo social por excelencia. Las enfermedades crónicas han experimentado un aumento considerable, y no hay programa social de salud ni presupuesto (generado por las ganancias fiscales de su consumo) que alcance para poder abarcar a la población con estas enfermedades. La falta de anexos o clínicas de rehabilitación que funcionen realmente y la realidad es que incluso las enfermedades emocionales relacionadas con el alcoholismo de uno de los miembros de la familia alcanzan a la familia completa.

El alcoholismo es peor que cualquier enfermedad terminal, pues acaba con todo a su paso, con el alcoholico, con la familia del alcoholico y con la sociedad

entera. El alcohólico, lamentablemente, continúa sufriendo durante muchos años, mientras su adicción lo consume a él y a quienes lo rodean. Es crucial replantear las políticas al respecto, pues además cada año aumenta el consumo de alcohol en la población y se reduce la edad de la primera ingesta, eso sin contar que es una droga de inicio, pues en estado alcoholizado las personas desinhibidas llegan a probar drogas de otra naturaleza.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Previous Story

El valor del tiempo

Next Story

Alto impacto

Latest from Blog

Cambio de prioridades

Desde que la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y